Si un gallo dejara de cacarear y comenzara a parpar, ¿sería razón suficiente para comenzar a llamarlo pato? ¿O necesitaría más razones? ¿Cuántas razones necesitaría?
Los gallos cacarean y cloquean. Los patos graznan o parpan. ¿Vale más la cresta o el graznido, el espolón o las patas palmeadas? Los patos tienen patas, pero los gallos no tienen gallas, como se pudiera esperar. Si un gallo dejara de cacarear y comenzara a parpar, ¿debería ser sujeto de estudio de la patología? ¿Por qué los peces, los robles y los caballos tienen gallas, pero los gallos no las tienen? La cuestión se complica... Quiero dejar de pensar en esto, pero la idea de un gallo parpando es tan intrusiva que enferma. Si pensar es una enfermedad, ¿debería ser yo un sujeto de estudio de la patología? Pensar en patos podría ser una patología. Y estudiarlos, hacer ciencia sobre ellos. ¿Qué necesita un gallo para parpar en paz? ¿Y qué necesito yo para pensar en paz en gallos parpando? La trivialidad de decir que se necesitan agallas es irresistible. Esto es patológico. Y ahora que ya te he decepcionado puedo ser completamente sincero contigo: no esperes nada de mí. No tengo gracia. Soy un pato. ¡Cuac!
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¿A quién se le ocurrió la brillante idea de embotellar el Nirvana?
Es más fácil de beberlo, más accesible al público en general, luce más. ¿Cuál es el chiste de inclinarse a la orilla de un manantial, juntar las manos y saciar la sed de esa manera? Eso no tiene chiste. Las botellas son más vistosas. Y hay varios sabores: dulce fe ciega, amargo samsara, literalismo escritural salado, e incluso un tantra picante. La gente compra a montones. Es un exito rotundo. Y mientras más vistosa la botella, mayores ventas. Botellas grandes, botellas chicas. Y cada sabor más exótico. Al manantial no le importa tu botella. ¿Cuál sería la primera pregunta que me haría si abriera de repente mis ojos y me encontrara sentado en un sofá en medio de una transitada carretera? ¿Sería una pregunta o una metapregunta?
Wittgenstein tenía una fascinación con las rosas. También le fascinaban las manzanas, los cubos, los gansos, los escarabajos adentro de cajas, las habitaciones sin dueño y las piezas de ajedrez. Cuando Wittgenstein nos pide que nos imaginemos los dientes de la rosa, o su "rojez" en la oscuridad, su pregunta debe ser tomada con la mayor seriedad posible. El destino del universo está en el diente de una rosa roja en la oscuridad. Y sin embargo, como nos lo recuerda Ajahn Chah, cuestionarse por qué al pato no se le llama pollo y al pollo no se le llama pato puede ser una invitación al sufrimiento. El pato es pato y el pollo es pollo. La rosa no tiene dientes, ni tampoco lo tienen el ganso ni el bebé recién nacido. ¿Quién soy yo para cuestionar al Buda? Esa es una pregunta muy importante. Pero hay otra pregunta mucho más importante... ¿Quién soy yo? O quizá: ¿Qué yo soy? ¿Estoy preguntando o estoy metapreguntando? |